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De relojes, alarmas y distracciones

Hace algunos meses compré un reloj despertador, un hermoso marathon que se asemeja mucho a aquellos aparatos de la época de finales de los 50s y principios de los 60s. A un «Braun Americano» diría mi primo José Carlos, que también comparte mi gusto por la horología y la parafernalia americana. Me había decidido por un modelo de color negro pero pensé que sería más legible uno con «cara»  blanca. Al final del día terminé escogiendo el modelo dorado que se ve en la foto porque Yari mi esposa, que es arquitecta, tiene la última palabra en cuestiones de decoración del hogar, es como un pacto que tenemos.  Pero esta publicación no es acerca del reloj sino de la razón por la cual lo compre: liberarme de una distracción; el teléfono.

Reloj análogo despertador en plena era de la información

Siempre me han gustado los relojes. Desde pequeño, cuando veía en alguna revista o anuncio un hombre «posando» con traje en alguna publicidad de alcohol, tabaco o artículos dirigidos al género del macho lo que más me llamaba la atención era lo que había en sus muñecas, lo que sobresalía era eso, el reloj. Siempre he pensado que estamos en desventaja con las mujeres en ese aspecto pues ellas tienen un sinnúmero de accesorios y joyas que pueden utilizar mientras que a nosotros nos queda usualmente dos opciones: nuestra argolla de matrimonio y un buen reloj.

Aunque el reloj efectivamente es análogo, por la manera en que despliega sus datos, tiene tecnología, si! los relojes también la tienen, existen mecánicos a los cuales hay que dar cuerda, automáticos que tampoco usan batería sino un mecanismo de movimiento que los alimenta y finalmente los de cuarzo, los más comunes, que utilizan batería. Una particularidad de mi modelo de marathon es que su segundero es «sweeping step» lo cual significa que además de que no se detiene en cada marcador de segundo no hace ruido. Útil para los que tienen el sueño liviano.

Mi buró de la cama está normalmente vació, sin adornos, ni gadgets, ni vasos. Me gusta mantener las áreas limpias, pero también me gusta darle un toque personal a cada cosa. Yari, por ejemplo, además de tener el teléfono de casa en su buró siempre tiene accesorios, velas y flores que religiosamente le traigo cada quincena. Yo por mi parte solo tengo la lámpara, así que el reloj también me funciona como adorno masculino, sobre todo viniendo de una compañía como Marathon que no solo hace relojes despertadores sino relojes de mano para el ejército y gobierno de Estados Unidos.

Pero en realidad, como dije en el primer párrafo, la razón principal de mi compra fue la siguiente: deshacerme de mi smartphone. A pesar de haber usado desde que recuerdo un «Radio-Reloj» como despertador desde el momento que tuve mi primer smartphone, por allá en 2009, comencé a utilizarlo como alarma y desarrollé una dependencia en el aparato, pero no solo eso, se volvió un objeto entrometido en mi vida.

Calidad de sueño

Es bien sabido que la mayoría de las personas actualmente se levantan y se duermen con el teléfono, y no estoy hablando de abrazarlo, sino del hecho de que lo primero que hacemos durante la mañana es revisar nuestro teléfono buscando notificaciones y por las noches haciendo «scroll» como locos en alguna red social buscando satisfacer algo que no sabemos que es. Existen algunos estudios que desmuestran que la luz artificial que emiten tablets, smartphones y aparatos electrónicos daña la calidad del sueño. Las emisiones de luz azul generan cambios en el ritmo circadiano que es digamos nuestro «reloj interno» de manera que le hace pensar al organismo que aun no es momento de descansar o de que el cuerpo se autoregule, digamos. La secreción de melatonina, por ejemplo, está relacionada al organismo para prepararlo para descansar, sin embargo, algunos de estos estudios aseguran que la exposición a estos dispositivos bloquea la secreción de dicha hormona lo que nos hace sentir si, cansados, pero sin sueño.

Pero no solamente al ocaso del día esto nos afecta. Quienes estamos constantemente expuestos a luz emitida por dispositivos y pantallas lo sabemos. Conforme pasan los años es común tener los síntomas de vista cansada, agotamiento y estrés durante el día. Aunque lo ideal es siempre diagnosticarse con un profesional, la mayoría de las veces, aunado a la falta de una vida sana y ejercicio (muy común en nosotros los programadores), la emisión de estos rayos afecta nuestro cuerpo y mente. De unos años para acá he estado utilizando unos lentes Gunnar, compañía especializada precisamente en óptica sobre todo para protección de la vista relacionada con el síndrome visual informático que no es otra cosa que la exposición por largas horas a una pantalla. La verdad es que si he sentido un cambio y ha sido positivo pues por mi profesión no puedo, al menos en horas de trabajo, limitar la cantidad de tiempo que veo una pantalla.

Distracciones

No solamente la emisión de la luz azul es un problema en horas de descanso. El hecho de tener distracciones en tiempos donde vivimos siempre conectados también aumenta la actividad cerebral para que estemos siempre «alertas» lo cual no permite que nos relajemos y conciliemos el sueño. Puedo decir que yo era una de esas personas que vivían de modo reactivo, es decir, siempre esperando alguna notificación del teléfono, la computadora o cualquier dispositivo a mi alcance. Llegué al grado de pensar que no estaba lo suficientemente organizado a veces e incluso llegué a tener pequeños plugins o aplicaciones en la computadora para que me indicaran si había recibido correo nuevo, si se me estaba pasando algún evento en el calendario, etc. Aunque nunca he sido usuario adicto a las redes sociales también me tomaba el tiempo para dar scroll por mares de publicaciones que realmente no me interesaban, simplemente por «ver que pasaba» allá afuera.

Parte de mis «experimentos» y terapia para aminorar mis niveles de estrés y ansiedad, desde el año pasado, consistieron precisamente en eso: deshacerme de todos los elementos que me convertían en una persona reactiva; cerré mi cuenta de facebook, deje de usar Twitter por un tiempo y finalmente desinstalé todas las aplicaciones de notificaciones de correo, calendario, etc. Me dí cuenta que lo que necesitaba era disciplina y no un asistente personal a mi lado, todo el tiempo. No fue difícil encontrar el punto de equilibrio, simplemente me puse a pensar «¿Qué era lo que hacía antes cuando no tenía un smartphone?» y todo comenzó a tener sentido de nuevo. Si me levantaba temprano lo primero que hacia era lavarme los dientes, no revisar el correo, si estaba en la cocina a punto de desayunar hablaba con mi abuela, no revisaba mi facebook, si tenía necesidad de ir al baño leía una revista mientras hacía lo propio, no navegaba en 9gag. Entonces, aunque parezca extraño, pero me re-encontré con la realidad: tener dispositivos tecnológicos no es malo, simplemente deben tener su lugar.

Dependencia

Los smartphones se han vuelto herramientas sumamente poderosas, de verdad: comunicación inmediata, fotografía semi-profesional, banca en línea, asistente personal… hasta lámpara! Parece que si hace 15 años hubieramos hecho un análisis de la situación actual de la tecnología nos parecería algo de película pero hoy por hoy damos por hecho que estas funcionalidades simplemente son cosas del día a día. Mentiría si digo que me volví un extremista y me he retirado de la era digital. Por supuesto que no. Me dedico a ello, y me apasiona, pero he aprendido en estos últimos dos años a admirar la belleza de las cosas simples y de una vida cotidiana sin un punto central que gobierne nuestras vidas. Puede sonar como algo inútil o incluso romántico, pero no lo es. Imaginemos que por alguna razón nuestro teléfono se apaga, o se descompone durante la noche ¿Cómo podemos confiar en que la alarma sonará? Si bien no es un aspecto de vida o muerte es una situación donde un aparato que tiene literalmente cientos de años como un reloj despertador. Y así, como el teléfono no debería reemplazar un bonito reloj en mi buró comencé a hacer cambios para cada vez sentir menos dependencia de mi smartphone y paso a paso esto tuvo una consecuencia positiva: el tiempo que dedico a estar en el teléfono se redujo drásticamente. No solo por el hecho de dejar de depender de actividades cotidianas en el teléfono es que uno se libera, sino que, a la vez, no tenemos a «la mano» la distracción. Es medio triste, pero si, como pequeños nos tenemos que educar guardándonos o escondiéndonos las cosas a nosotros mismos.

Finalmente decidí hacer una lista de cosas que tenía que cumplir como parte de este ejercicio y la verdad es que creo que ha sido exitoso. Pero no solamente ha sido el teléfono, sino como dije, darle el lugar a cada cosa y mantener disciplina, sobre todo en estos momentos que trabajo de manera remota y estoy mucho más tiempo en casa:

  • No tener el teléfono en la cama
  • No usar el teléfono en «el baño«; lo reemplacé por revistas a las que estoy suscrito, para lecturas rápidas
  • Mantener una agenda organizada y solo revisarla al principio del día para conocer mis actividades y tareas y al final del día para agregar las siguientes
  • No revisar notificaciones de mensajería como whatsapp (que es lo único que uso ya) o correos personales durante horario de trabajo; si la situación es urgente, la persona marcará por teléfono como siempre se ha hecho, y contestaré
  • Leer más. Aunque ya no tengo nuevos libros físicos lo hago desde la tablet. Es una actividad que disfruto y siento que aporta más a mi persona que estar navegando en redes sociales.

Estas han sido algunas de las cosas que decidí cambiar para mejorar no solo mi calidad de sueño sino además mi disciplina. Aunque esto solo toca el tema del teléfono he hecho algunos otros cambios no relacionados con ello  pero que también me han ayudado como por ejemplo solamente comer en la cocina, es decir, no comer en la cama, en los sillones, etc. La idea, como dije, es darle su lugar a cada cosa de manera que nos desconectemos o nos enchufemos porque claro, debe haber tiempo para todo, un poco de entretenimiento no nos hace daño, al contrario, es necesario y lo seguiré consumiendo, pero en el lugar y en el momento apropiado.

Por lo pronto estoy contento pues se que mi reloj despertador se ve más bonito en mi buró que mi teléfono y me recuerda un poco mis días de pequeño donde nos levantábamos con la emoción de no saber que pasaría durante el día y poder planear salidas o travesuras y dejar que el entorno y nuestras decisiones nos dejaran llevar la vida y no un asistente personal.

Publicado enCiencia y TecnologíaPersonal

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